Con el último éxito de Bad Bunny “DeBÍ TiRAR MáS FOToS”, es imposible no pensar en cómo cada vez más proyectos cuentan historias para celebrar nuestras raíces, identidad y lugar de donde venimos.
Muchos artistas tienden a volver a sus raíces porque, en gran parte, son el núcleo de lo que somos. Un reflejo de nuestras vivencias, tradiciones y valores. En un mundo moderno que se mueve a una velocidad vertiginosa, donde todo parece efímero, regresar a las cositas pequeñas es un acto valiente y profundamente significativo.
Contar tu propia historia, desde un lugar auténtico y puro como viene siendo el arte, se convierte en algo inimitable porque no hay nada más único que la experiencia personal de cada individuo y su forma de contarla, o en este caso, cantarla.
Factores como la reconexión emocional, la inspiración auténtica y la nostalgia son pilares de esta exploración del interior. La nostalgia me gusta definirla como el poder de transportarnos en el tiempo y bañarnos en nuestros recuerdos, es una emoción que nos conecta con nuestra esencia más pura.
Hay algo emotivo en observar cómo alguien explora y celebra abiertamente lo que les hace ser, y genera un efecto magnético en la audiencia. Esa autenticidad resuena en las personas porque refleja la universalidad de las emociones humanas, donde todos anhelamos volver a sentirnos conectados.
Cuando un artista nos lleva de la mano en un viaje de introspección y celebración de lo auténtico, nos inspira a mirar hacia dentro y hacernos todas estas preguntas de quiénes somos y de dónde venimos.
Al final del día todos queremos volver donde una vez nos sentimos como en casa.