El mundo de las sustancias que influyen en nuestro cerebro es bastante amplio y cuenta con opiniones de todo tipo, a favor y en contra. Desde recolección de firmas para legalizar la marihuana terapéutica, el uso del mdma para tratar la depresión, hasta el rohypnol, para cometer hechos delictivos, o el riesgo de un coma etílico o un k-hole, cuando nos pasamos de la raya, nunca mejor dicho.
Normalmente, por cultura popular, se asocia el consumo de ciertas drogas a algunos estilos musicales o tipos de eventos o conciertos.
Podemos remontarnos al auge del punk en la Inglaterra setentera donde el consumo de un speed mal cortado, con suerte con algo de cal, dejó sin dientes, antes de los treinta, a toda una generación. Y es que para aguantar aquellos ritmos de Oi! Hacía falta mucha energía.
Si avanzamos un poco en el tiempo y miramos hacia dentro nuestra querida movida madrileña y su música rockera, transgresora e innovadora se saldó unas cuantas muertes gracias al común uso de la heroína y es que los jóvenes del momento ansiaban la libertad y el ir más allá.
Pero ¿qué encontramos hoy en día? Hay un concepto bastante amplio de “reciente” creación, las drogas de club, que viene a integrar el conjunto de sustancias más populares que podemos encontrar en cualquier baño de una discoteca de un pueblo que tenga más de dos bares.
MDMA
También conocido como cristal porque se presenta en minúsculas piedrecitas o cristalitos, M para los amigos o Molly si quieres presumir del verano que te pasaste en EEUU haciendo como que estudiabas inglés. La droga del amor, te pone cariñoso, receptivo, la sensibilidad cutánea se dispara y todo es felicidad, armonía y buen rollo. El mdma hace que algunos neurotransmisores (los mensajeros químicos de las células cerebrales) aumenten su actividad y se liberen a porrón por lo que después de su consumo tu cerebro se queda vacío y necesita un tiempo para regenerar ese derroche, de ahí el bajón anímico los días posteriores al consumo de esta sustancia. Y si, es una gilipollez consumir frecuentemente pues será efecto placebo ya que aún no tendrás suficiente serotonina, por ejemplo, a la que dar rienda suelta.
Su consumo es muy popular pero no sería lo que tomarías para una sesión de Boris Brejcha si quieres saltar y mover tus pies como si no hubiera un mañana. Es más de Coachella, de The Yellow Days o Two Many DJs rematando un festival íntimo, para no pelearte con ninguno de tus amigos porque se bebieron todo el agua.
P.D. las pastillas y el cristal son exactamente lo mismo, solo cambia el formato.
WEED
Y no es que seas bilingüe en inglés, es que esta palabra se repite más que pistola o put* en cualquier canción de rap, hip hop o incluso trap. Fumarse un blunt está bastante asociado a estos estilos musicales.
Hay que aclarar que la cuna fue el reggae y es que esta música reivindicativa desde una perspectiva pacífica hacía que casase perfectamente con los efectos de la marihuana. Y de este estilo beben y se desarrollaron los señalados.
La parte que afecta a nuestro cerebro al fumar hierba es el THC, llega al cerebro tras pasar por nuestro organismo, se adhiere a los conocidos como “receptores cannabinoides”, y afecta la forma en que funcionan. Variara nuestra percepción, movilidad o rangos de placer, entre otros muchos efectos, cuando estamos “high”.
Será por eso todo el “man, yeah” entre rima y rima, ya que al fumar siempre vamos más lentos y hay que coger fuerzas. Así que si nos paseamos por un concierto de Travis Scott no tendremos mucho problema para encontrar que alguien nos de fuego.
SPEED
Alias “la coca de los pobres”, es la segunda droga más consumida por los jóvenes, la primera es el éxtasis. Este polvo blanco, a veces pastoso, va directo a nuestro sistema nervioso central.
Nos hace sentir enérgicos, eufóricos y con una energía para bailar que ni los protagonistas de Dirty Dancing. Así que cuando alguien os diga que estuvo en Berghain tres días de fiesta, lo sentimos pero no aguantó gracias a las bebidas energéticas. Y es que este tipo de anfetamina es la más consumida en eventos de Techno y festivales de electrónica en general.
El speed suele consumirse combinado con otras sustancias ya que, a veces, esa energía necesita un equilibrio, suele usarse GHB o Ketamina, que son depresores del sistema nervioso.
Recordad, cuando entréis a los baños portátiles de cualquier evento de techno y huela a amoniaco, no es que lo acaben de limpiar, es el perfume que a veces lleva esta sustancia. Los principales efectos secundarios son las famosas pupilas dilatadas y la sequedad de boca.
Advertencia, si vas a ver un DJ set de Deborah de Luca, por ejemplo, no te extrañe que a la salida la gente lleve gafas de sol.
Como bien dijo una participante de un famoso programa de citas “cuando te haces mayor te das cuenta de dos cosas: el queso es caro y todo el mundo se droga.”