He de reconocerlo. Me avergüenzo de haber encontrado este proyecto tan tarde. Como buen melómano, amante de la música electrónica y tipo raro, me gusta investigar más allá de los proyectos principales que poseen artistas de esta talla de los que hablamos en este post. Más allá de la osadía que algunos pueden ostentar, simplemente, “me flipa” la manera en la que artistas de esta talla se abalanzan sobre este tipo de proyectos, rompiendo un poquito más, las fronteras que marcan la industria musical actual.
Pinchar no es muy complicado. Pinchar delante de un público depende de la exigencia de este. Pinchar a 3 o 4 platos añadiendo la técnica, el estilo, la crianza y la esencia como hace Jeff Mills, con su TR 909 por bandera, es sumamente complicado y conlleva décadas de ejercicio y perfeccionamiento.
Pero consolidar dos estilos musicales tan diferentes en una sola actuación con la simple conexión de dos mentes brillantes determina tu transformación de artista a genio.
En Nigeria en 1940 nace Tony Oladipo Allen, quien comienza a los 18 años a tocar la batería influenciado por los ritmos de su tierra y el jazz estadounidense que tanto marcó la cultura de este país.
23 años después, en. Detroit, en pleno epicentro de lo que sería el nacimiento del techno y el mundo underground que lo rodearía, nace Jeff Mills, el que sería ya apodado en los 80 como “The Wizard” por su habilidad y talento delante de los platos.
Acompañados de virtuosos con los sintetizadores como Vincent Taeger, les hemos visto por última vez este pasado marzo en el festival Electrochic de Versalles.
Sin uno, el Afrobeat no existiría. Sin el otro, el techno no habría llegado a reconocerse como la cultura que es hoy. Y ambos juntan y completan este viaje. Ambos definen su performance como “simplemente improvisación” en la cual, ninguno de los instrumentos está conectado entre si para generar una secuencia perfectamente coordinada. Todo funciona de manera organizada pero independiente. Y esto, queridos amigos, (y es a lo que quiero centrar la reflexión de mi post) es lo que lo hace grande.
Ritmos perfectos, melodías que mantienen el “copy paste” de las miles anteriores, patrones que se repiten y repiten dentro del comercio de la música en esta etapa prácticamente post contemporánea. Algunos estamos hartos de esta perfección. Porque no tiene alma. Porque no tiene fin. Ni un signifcado.
Empezamos a criminalizar el fallo en directo como algo que no debiera pasar. Pero los que estamos en esto realmente por la pasión sabemos que ese fallo, ese beat que se acelera de más, ese track que no encajaba con el anterior, es lo que hace única una sesión. Porque le da entidad. Mills lo deja muy claro en “Exhibitionist Mix”.
Esto es Tony Allen & Jeff Mills. No es solo música, ni la mezcla de dos mundos aunados a uno. Es la reivindicación pura y dura de que este arte no es perfecto. No tiene que serlo. No debería serlo. La perfección de la imperfección.
“We all understand the light at the end of the tunel”