La espiritualidad, así como el mundo, es cambiante, pero contínua. Así pues, durante siglos el gran imaginario que el cristianismo ha dejado como legado ha servido para resignificar la experiencia humana en su totalidad. El arte es el claro ejemplo de su presencia, y LUX, el cuarto álbum de Rosalía, es una nueva adhesión a esta constante.
De la mano de distintas santas, como Santa Olga de Kiev o Sun Bu’er, la catalana ha construido los cimientos de su narrativa más reflexiva hasta la fecha. Si El Mal Querer hablaba del amar y MOTOMAMI del precio de la fama, LUX es casi un ensayo filosófico sobre la existencia, el diván y sentido del vivir.
Poco más se puede relacionar el proyecto con sus anteriores, pues al escucharlo es difícil comparar el aspecto que la intérprete ha decidido mostrarnos con lo que ya conocíamos. Rosalía ha dejado a un lado la faceta por la que más se le alabó durante su empresa anterior, la de productora, para dar un paso más allá y presentarse como compositora –qué no como cantautora, sino compositora como las de antes–. No es de extrañar que, para tal ambición, haya sido la Orquesta Sinfónica de Londrés, dirigida por Daniel Bjarnason, la que haya cimentado las melodías del álbum.

En consecuencia, era de esperar que el tono predominante en LUX fuese otro a los ya conocidos en su carrera. Con excepciones, como ‘Divinize’ –Rosalía se enzarza con una figura masculina– o ‘Dios es un stalker’, en la que la artista se pone en el punto de vista del Señor desde una prosa más callejera, este álbum es, en esencia, sosegado.
Sin embargo, si algo destaca en él, es la voz. El trabajo como vocalista que ha llevado a cabo para la ejecución de las pistas, entrenándose en canto lírico durante el proceso de composición del disco, es un elemento diferenciador clave. Rosalía sabe que hay pocos artistas en la industria que tengan su virtuosidad, y ella lo ha utilizado, sin caer en la pretensión, como foco del récord. Claro ejemplo es ‘Mio Cristo Piange Diamante’, que Rosalía confiesa haber tardado más de un año en pulir.

Mucho se podría ahondar en LUX, y no tengo duda que conforme vaya madurando en mí oído me voy a retractar de no haber ahondado en todos los posibles aspectos en esta reseña. Sin embargo, eso es lo que creo que dictamina el arte de Rosalía, que la digestión de su obra sea inherente a que esta se asiente en uno, con tiempo.