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Venderse a la industria o ser fiel a un estilo, esa es la cuestión

Aún con la resaca que nos ha dejado el Ultra Music Festival 2022, no porque hayamos volado a Miami, ojalá, si no porque gracias a los streamings y videos, nos ha llamado la atención el cambio de estilo de algunos DJs. Por ejemplo, Hardwell, muy conocido por su estilo EDM (electronic-dance-music), mainstream a más no poder, que intenta ahora conquistar el reino del techno.

 Esto no es algo que le pasa solo a los djs, tenemos grupos muy míticos que han sucumbido ante lo trendy, como Metallica que cedieron ante J. Balvin para que este le diese su toque a “Wherever I May Roam”. O C. Tangana que toca tantos palos, con tantos artistas distintos, que su disco parece más un “Boom 99” que un concepto nuevo, sin entrar en que nos guste más o menos.

Entonces, ¿Son unos vendidos?, ¿El artista debe ser fiel a un estilo, aunque muera en el intento, o ser un ídolo de masas y hacer en cada momento lo que la mayoría pide? Desde luego nosotros no estamos ahí con la presión de una discográfica detrás, por un lado, los fans, por otro, y las ideas o conceptos propios, como guinda del pastel.

 En los noventa fue llamativo el caso del rapero Vanilla Ice que dejó el hip-hop en su tercer álbum, Hard to Swallow, para dirigirse hacía el punk fusionado con el metal.

 Desde una perspectiva, podemos tacharles de oportunistas, de querer simplemente vender, generar ingresos, o mantenerse en los rankings. De otra, existe la posibilidad de que quieran cambiar, probar, experimentar. ¿Es más válida una posición que otra?, ¿Es menos artista un “llena-estadios” que un grupo indie?

Es posible, también, la combinación de ambas, por ejemplo Björk, incombustible, independiente pero a su vez conocida mundialmente.

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