La marca suiza Vetements acaba de recibir un portazo legal en la cara desde Estados Unidos: su nombre ya no podrá registrarse como marca en ese país. El motivo no es plagio, ni escándalo, ni siquiera una filtración de pasarela. No. El crimen: llamarse como lo que vende. Porque vetements —que simplemente significa “ropa” en francés— fue considerado “demasiado genérico” para que se lo apropie una marca. Y en Estados Unidos, lo genérico no se protege. Se desecha.
En otras palabras: Vetements ha sido castigada por no ser suficientemente rara. En un ecosistema donde nombres como Balenciaga o Comme des Garçons viven sin cuestionamientos, el error de Vetements fue jugar con una ironía tan literal que al sistema le pareció flojera creativa.
Fundada en 2014, Vetements fue el grito de guerra del anti-lujo elevado al cubo. Con su aire normcore, pricing disruptivo (léase: desorbitado) y estética de “salí de casa a propósito así”, la marca redefinió el «fashion sin esfuerzo». Pero hoy, ese esfuerzo mínimo les cobra factura.
¿Y ahora qué?
Aún pueden seguir vendiendo en EE.UU., pero sin la protección formal de su nombre. Lo que en el mercado significa: pueden clonarte con más facilidad que una camiseta en AliExpress. La ironía máxima: Vetements ya no puede proteger su identidad porque fue demasiado honesto sobre lo que era.

Moda: ese espacio donde ser obvio es transgresor… hasta que alguien te lo toma literalmente.