El pasado 18 de junio, la Main Room de Amnesia Ibiza fue escenario de una de esas noches que, sin duda, quedarán marcada como de las más intensas de toda la temporada. Bajo la colaboración entre DOMO y Mixmag, la isla se rindió al techno más salvaje, oscuro y desafiante. Lejos del sonido comercial que domina muchas pistas en verano, esta cita se presentó como una auténtica declaración de principios: aquí no hubo concesiones, solo una progresión implacable hacia el clímax absoluto. Y así fue.
El encargado de abrir la noche fue GNRØ, que supo marcar el tono desde el primer beat. Su propuesta, profundamente percutiva y con raíces tribales, mantuvo la pista en una tensión contenida pero creciente. Con un set que combinaba texturas metálicas, estructuras repetitivas y una construcción hipnótica, dejó claro que esta no era una noche cualquiera. Su control del groove, preciso pero salvaje, activó el ritual desde el primer minuto.
Le siguió Horacio Cruz, uno de los nombres más respetados del techno nacional. Su set fue elegante, oscuro y contundente. Sin buscar el golpe fácil ni la euforia inmediata, apostó por una narrativa sobria que supo leer perfectamente el momento. La transición entre el misticismo tribal de GNRØ y la presión más técnica de Cruz fue natural, casi quirúrgica. La Main Room ya no estaba calentando: estaba completamente entregada.
Cuando Gaston Zani tomó el control, el ritmo se aceleró. Su estilo, más enfocado al groove implacable y la energía directa, encajó como un guante en esa fase de la noche. Zani llevó el pulso de la pista a otro nivel, apostando por un techno musculado, sin adornos y cargado de pegada. Su set no buscó sofisticación, sino impacto. Y lo logró: sudor, movimiento constante y ningún respiro.
Entonces llegó Oguz. El joven talento neerlandés, una de las figuras más incendiarias de la nueva ola europea, entró sin rodeos. Su set fue una embestida sónica desde el primer compás. Sin filtro, sin pausas, sin respiro. Distorsión, bombos al cuello, transiciones agresivas y una selección que apelaba más al instinto que a la razón. Oguz no solo hizo bailar: hizo temblar. Y la pista respondió con frenesí.
El turno de Rebekah supuso un cambio de atmósfera, pero no de intensidad. Su techno industrial, oscuro y emocional, envolvió la Main Room en una espiral de crudeza y profundidad. A diferencia de Oguz, que apeló a lo físico, Rebekah conectó con lo emocional: su set fue brutal, sí, pero también narrativo. Cada drop parecía contener una carga de rabia, pero también de belleza. Fue uno de los momentos más magnéticos de la noche.
Y para cerrar, Angerfist. La llegada del rey del hardcore fue una apoteosis. Con su mítica máscara y una presencia arrolladora, ofreció un set que pulverizó cualquier límite. Los BPM se dispararon, los bombos se convirtieron en martillos, y la pista, lejos de agotarse, entró en estado de trance. Era el clímax absoluto, una descarga final de energía desbordada. Ibiza no suele permitir este nivel de intensidad. Pero aquella noche, lo hizo.
Más allá de la potencia del cartel o la entrega del público, lo que terminó de consolidar esta noche como algo especial fue la apuesta musical de Amnesia. Esta fecha no fue una anomalía, sino un reflejo claro de cómo el club está abriendo sus puertas a propuestas más underground, diversas y valientes, alejadas de fórmulas fáciles y alineadas con los valores más auténticos de la cultura electrónica. Que en plena temporada ibicenca se programe una noche como esta, con un enfoque tan arriesgado y visceral, no es solo una decisión estética: es una postura. Y eso, en una isla como esta, importa.
Así fue la colaboración entre DOMO y Mixmag en Amnesia: una noche de distorsión, sudor y locura que rompió esquemas, poniendo del revés la Main Room y dejando claro que en la isla también hay espacio para el techno y los sonidos más hard sin etiquetas y sin filtros.
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