Casablanca ya tiene dirección física. La firma de Charaf Tajer —ese mix afinado entre lujo, deporte, identidad y herencia— ha inaugurado su primera tienda en pleno corazón de París. No es solo una apertura: es un manifiesto visual. Y también un sueño cumplido. Literal.
“Quiero una esquina en esa calle”, dijo Tajer hace seis años. La calle era Rue du Faubourg Saint-Honoré, el epicentro de la moda clásica parisina. Hoy, esa esquina es suya.
El espacio no es una tienda al uso: es un universo Casablanca en tres niveles, diseñado por Steve Grimes junto al propio Charaf. La referencia es clara: un diálogo entre el París haussmaniano y el futuro según 2001: A Space Odyssey. ¿La pieza central? Una pista de tenis deconstruida en mármol, terciopelo y madera lacada que cruza las plantas como si fuera escenografía de teatro moderno. Todo apunta a Carlo Scarpa, pero con un giro cromático muy Casablanca: rojos, verdes, azules. Sin miedo.

El suelo te lleva a Grecia clásica, el techo a una nave espacial. Todo convive. Porque eso es lo que hace la marca: mezcla sin pedir permiso.

“Esto no es un sueño. Es un proyecto cumplido”, asegura Charaf. Y no es para menos. Casablanca ha construido un relato propio desde los márgenes, conectando culturas sin perder elegancia ni ambición. Esta tienda es su nueva base. Y ya tienen la segunda en camino: abrirá en Beverly Hills este verano.